HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN –
¡Aleluya!
¡Qué bueno es cantar himnos a nuestro Dios!
¡A él se le deben dulces alabanzas!
El Señor reconstruye a Jerusalén
y reúne a los dispersos de Israel.
Él sana a los que tienen roto el corazón,
y les venda las heridas.
Él determina el número de las estrellas,
y a cada una le pone nombre.
Grande es nuestro Dios, y grande su poder;
su inteligencia es infinita.
El Señor levanta a los humildes,
pero humilla por completo a los malvados.
Canten al Señor con gratitud;
canten himnos a nuestro Dios, al son del arpa.
Él cubre de nubes el cielo,
prepara la lluvia para la tierra,
hace crecer los pastos en los montes,
da de comer a los animales
y a las crías de los cuervos cuando chillan.
No es la fuerza del caballo ni los músculos del hombre
lo que más agrada al Señor;
a él le agradan los que lo honran,
los que confían en su amor.
Jerusalén, alaba al Señor;
Sión, alaba a tu Dios.
Pues él reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de la ciudad.
Él trae la paz a tu territorio
y te satisface con lo mejor del trigo.
Él envía su palabra a la tierra,
y su palabra corre a toda prisa.
Él produce la nieve como si fuera lana,
y esparce la escarcha como si fuera polvo.
Él envía el hielo en forma de granizo;
con el frío que envía, el agua se congela.
Pero envía su palabra, y la derrite;
hace soplar el viento, y el agua corre.
Él dio a conocer a Jacob, a Israel,
su palabra, sus leyes y decretos.
No hizo lo mismo con las otras naciones,
las cuales nunca conocieron sus decretos.
¡Aleluya!