HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que entonó este canto cuando el Señor lo libró de caer en manos de Saúl y de todos sus enemigos. Él dijo:
18 Tú, Señor, eres mi fuerza;
¡yo te amo!
Tú eres mi protector,
mi lugar de refugio,
mi libertador,
mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo,
el poder que me salva,
mi más alto escondite.
Tú, Señor, eres digno de alabanza:
cuando te llamo, me salvas de mis enemigos.
La muerte me enredó en sus lazos;
sentí miedo ante el torrente destructor.
La muerte me envolvió en sus lazos;
¡me encontré en trampas mortales!
En mi angustia llamé al Señor,
pedí ayuda a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mis gritos llegaron a sus oídos!
Hubo entonces un fuerte temblor de tierra:
los montes se estremecieron hasta sus bases;
fueron sacudidos por la furia del Señor.
De su nariz brotaba humo,
y de su boca un fuego destructor;
¡por la boca lanzaba carbones encendidos!
Descorrió la cortina del cielo, y descendió.
¡Debajo de sus pies había grandes nubarrones!
Montó en un ser alado, y voló
deslizándose sobre las alas del viento.
Tomó como escondite,
como tienda de campaña,
la densa oscuridad que lo rodeaba
y los nubarrones cargados de agua.
Un fulgor relampagueante salió de su presencia;
brotaron de las nubes granizos y carbones encendidos.
El Señor, el Altísimo,
hizo oír su voz de trueno desde el cielo;
granizos y carbones encendidos.
Lanzó sus rayos como flechas,
y a mis enemigos hizo huir en desorden.
El fondo del mar quedó al descubierto;
las bases del mundo quedaron a la vista
por la voz amenazante del Señor,
por el fuerte soplo que lanzó.
Dios me tendió la mano desde lo alto,
y con su mano me sacó del mar inmenso.
Me salvó de enemigos poderosos
que me odiaban y eran más fuertes que yo.
Me atacaron cuando yo estaba en desgracia,
pero el Señor me dio su apoyo:
me sacó a la libertad;
¡me salvó porque me amaba!
El Señor me ha dado la recompensa
que merecía mi limpia conducta,
pues yo he seguido el camino del Señor;
¡jamás he renegado de mi Dios!
Yo tengo presentes todos sus decretos;
¡jamás he rechazado sus leyes!
Me he conducido ante él sin tacha alguna;
me he alejado de la maldad.
El Señor me ha recompensado
por mi limpia conducta en su presencia.
Tú, Señor, eres fiel con el que es fiel,
irreprochable con el que es irreprochable,
sincero con el que es sincero,
pero sagaz con el que es astuto.
Tú salvas a los humildes,
pero humillas a los orgullosos.
Tú, Señor, me das luz;
tú, Dios mío, alumbras mi oscuridad.
Con tu ayuda atacaré al enemigo,
y sobre el muro de sus ciudades pasaré.
El camino de Dios es perfecto;
la promesa del Señor es digna de confianza;
¡Dios protege a cuantos en él confían!
¿Quién es Dios, fuera del Señor?
¿Qué otro dios hay que pueda protegernos?
Dios es quien me da fuerzas,
quien hace intachable mi conducta,
quien me da pies ligeros, como de ciervo,
quien me hace estar firme en las alturas,
quien me entrena para la batalla,
quien me da fuerzas para tensar arcos de bronce.
Tú me proteges y me salvas,
me sostienes con tu mano derecha;
tu bondad me ha hecho prosperar.
Has hecho fácil mi camino,
y mis pies no han resbalado.
Perseguí a mis enemigos y los alcancé,
y sólo volví después de destruirlos.
Los hice pedazos. Ya no se levantaron.
¡Cayeron debajo de mis pies!
Tú me diste fuerza en la batalla;
hiciste que los rebeldes se inclinaran ante mí,
y que delante de mí huyeran mis enemigos.
Así pude destruir a los que me odiaban.
Pedían ayuda, y nadie los ayudó;
llamaban al Señor, y no les contestó. ¡Los deshice como a polvo que se lleva el viento!
¡Los pisoteé como a barro de las calles!
Me libraste de un pueblo rebelde,
me hiciste jefe de naciones
y me sirve gente que yo no conocía.
En cuanto me oyen, me obedecen;
gente extranjera me halaga,
gente extranjera se acobarda
y sale temblando de sus refugios.
¡Viva el Señor! ¡Bendito sea mi protector!
¡Sea enaltecido Dios mi salvador!
Él es el Dios que me ha vengado
y que me ha sometido los pueblos.
Él me salva de la furia de mis enemigos,
de los rebeldes que se alzaron contra mí.
¡Tú, Señor, me salvas de los hombres violentos!
Por eso te alabo entre las naciones
y canto himnos a tu nombre.
Concedes grandes victorias al rey que has escogido;
siempre tratas con amor a David y a su descendencia.