Salmo 31: plena confianza en el Señor
HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – (en la foto: figurilla de barro de tañedor de arpa encontrado en Ashdod, Israel, del siglo VIII antes de la Era Común)
Del maestro de coro. Salmo de David
Señor, en ti busco protección;
¡no me defraudes jamás!
¡Ponme a salvo, pues tú eres justo!
Dígnate escucharme;
¡date prisa, líbrame ya!
Sé tú mi roca protectora,
¡sé tú mi castillo de refugio y salvación!
¡Tú eres mi roca y mi castillo!
¡Guíame y protégeme; haz honor a tu nombre!
¡Sácame de la trampa que me han tendido,
pues tú eres mi protector!
En tus manos encomiendo mi espíritu;
¡rescátame, Señor, Dios de la verdad!
Odio a los que adoran ídolos inútiles.
He puesto mi confianza en el Señor.
Tu amor me trae gozo y alegría.
Tú has visto mis tristezas,
conoces mis aflicciones;
no me entregaste en manos del enemigo;
¡me hiciste poner pie en lugar seguro!
Señor, ten compasión de mí,
pues estoy en peligro.
El dolor debilita mis ojos,
mi cuerpo, ¡todo mi ser!
¡El dolor y los lamentos
acaban con los años de mi vida!
La tristeza acaba con mis fuerzas;
¡mi cuerpo se está debilitando!
Soy el hazmerreír de mis enemigos,
objeto de burla de mis vecinos,
horror de quienes me conocen.
¡Huyen de mí cuantos me ven en la calle!
Me han olvidado por completo,
como si ya estuviera muerto.
Soy como un jarro hecho pedazos.
Puedo oír que la gente cuchichea:
«Hay terror por todas partes.»
Como un solo hombre, hacen planes contra mí;
¡hacen planes para quitarme la vida!
Pero yo, Señor, confío en ti;
yo he dicho: «¡Tú eres mi Dios!»
Mi vida está en tus manos;
¡líbrame de mis enemigos, que me persiguen!
Mira con bondad a este siervo tuyo,
y sálvame, por tu amor.
A ti clamo, Señor;
¡no me hundas en la vergüenza!
¡Hunde en la vergüenza a los malvados;
húndelos en el silencio del sepulcro!
Queden en silencio los labios mentirosos,
que hablan con burla y desprecio,
y ofenden al hombre honrado.
¡Qué grande es tu bondad para aquellos que te honran!
La guardas como un tesoro
y, a la vista de los hombres,
la repartes a quienes confían en ti.
Con la protección de tu presencia
los libras de los planes malvados del hombre;
bajo tu techo los proteges
de los insultos de sus enemigos.
Bendito sea el Señor, que con su amor
hizo grandes cosas por mí
en momentos de angustia.
En mi inquietud llegué a pensar
que me habías echado de tu presencia;
pero cuando te pedí ayuda,
tú escuchaste mis gritos.
Amen al Señor, todos sus fieles.
El Señor cuida de los sinceros,
pero a los altaneros
les da con creces su merecido.
Den ánimo y valor a sus corazones
todos los que confían en el Señor.