HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – Del maestro de coro. De Jedutún. Salmo de David
Yo había prometido cuidar mi conducta,
y no pecar con mi lengua,
y ponerle un freno a mis labios
mientras hubiera malvados delante de mí.
Y me hacía el mudo: no decía nada.
¡Ni siquiera hablaba de lo bueno!
Pero mi dolor iba en aumento;
¡el corazón me ardía en el pecho!
Pensando en ello, un fuego se encendió dentro de mí,
y dije entonces con voz fuerte:
«Señor, hazme saber qué fin tendré
y cuánto tiempo voy a vivir,
para que comprenda cuán breve es mi vida.
Me has dado una vida muy corta;
no es nada mi vida delante de ti.
¡Todo hombre dura lo que un suspiro!
¡Todo hombre pasa como una sombra!
De nada le sirve amontonar riquezas,
pues no sabe quién se quedará con ellas.
Y así, Señor, ¿qué puedo ya esperar?
¡Mi esperanza está en ti!
Líbrame de mis pecados;
no dejes que los necios se burlen de mí.
Me hice el mudo y no abrí la boca,
porque tú eres el que actúa.
Aparta de mí tus golpes;
estoy acabado por los golpes de tu brazo.
Tú corriges al hombre castigando su maldad,
y reduces a polvo lo que más ama.
¡Todo hombre es un suspiro!
“Señor, escucha mi oración,
¡presta oído a mis lamentos!,
¡no te quedes callado ante mis lágrimas!
Yo soy para ti un extranjero,
un ave de paso, como mis antepasados.
Deja ya de mirarme, dame un momento de respiro,
antes que me vaya y deje de existir”