Salmo 44: palabras de reproche y de oración pidiendo la ayuda de Dios
HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – Del maestro de coro. Poema de los hijos de Coré.
Oh Dios,
hemos oído con nuestros oídos,
y nuestros padres nos han contado
lo que tú hiciste en sus días,
en aquellos tiempos pasados:
con tu propia mano
echaste fuera a los paganos,
castigaste a las naciones
y estableciste allí a nuestros padres.
Pues no fue su brazo ni su espada
lo que les dio la victoria;
ellos no conquistaron la tierra.
¡Fue tu poder y tu fuerza!
¡Fue el resplandor de tu presencia,
porque tú los amabas!
¡Mi Rey! ¡Mi Dios!
Tú diste las victorias a tu pueblo;
por ti vencimos a nuestros enemigos;
¡en tu nombre aplastamos a los que nos atacaban!
Porque no confiaría yo en mi arco,
ni mi espada podría darme la victoria;
fuiste tú quien nos hizo vencer a nuestros enemigos,
quien puso en ridículo a los que nos odiaban.
¡Siempre estaremos orgullosos de ti, oh Dios,
y siempre alabaremos tu nombre!
Pero nos has rechazado;
nos has cubierto de vergüenza.
Ya no sales con nuestros ejércitos.
Nos has hecho dar la espalda a nuestros enemigos;
los que nos odian nos roban
y se llevan lo que quieren.
Nos has entregado
cual si fuéramos ovejas para el matadero;
nos has dispersado entre los paganos;
has vendido a tu pueblo muy barato,
y nada has ganado con venderlo.
Nos has convertido en objeto de insultos;
nuestros vecinos nos ofenden y ridiculizan.
Has hecho que los paganos se burlen de nosotros;
al vernos, mueven burlones la cabeza.
No hay momento en que no me vea humillado;
se me cae la cara de vergüenza
por culpa del enemigo, que trata de vengarse
y que me ofende y ultraja.
Esto que nos ha pasado
no fue por haberte olvidado.
¡No hemos faltado a tu alianza!
No hemos pensado abandonarte
ni hemos dejado tus caminos.
Sin embargo, tú nos has aplastado
en lugares de miseria.
¡Nos has cubierto de terrible oscuridad!
Si te hubiéramos olvidado, oh Dios,
y adorado en tu lugar a un dios extraño,
tú te habrías dado cuenta,
pues conoces los más íntimos secretos.
Pero por causa tuya estamos siempre
expuestos a la muerte;
nos tratan como a ovejas para el matadero.
¿Por qué duermes, Señor?
¡Despierta, despierta!
¡No nos rechaces para siempre!
¿Por qué te escondes?
¿Por qué te olvidas de nosotros,
que sufrimos tanto, tanto?
Estamos rendidos y humillados,
arrastrando nuestros cuerpos por el suelo.
¡Levántate,
ven a ayudarnos
y sálvanos por tu gran amor!