Sefarad: exilio y clandestinidad (14ª parte): los judíos de Salónica

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – El Evangelio según San Pablo relata en Hechos el viaje que hizo Pablo a Grecia a catequizar a los judíos; en ellos nos habla de su estancia en varias ciudades griegas, Salónica, entre ellas, donde predicaba en las sinagogas a los judíos, a los que llamaba a la conversión. La historia nos cuenta que los judíos llegaron allí en el siglo VI a.e.c., a lo que es hoy territorio griego, instalándose en las proximidades del mar. A fines del siglo XV otros judíos llegaron desde España y Portugal. También vivieron allí los judíos romaniotas, que hablaban el greco-judío y los judíos ashkenazíes de habla idish, llegados de Bizancio o de más allá del Danubio en épocas de persecuciones judías en Europa, entre los siglos XI y XIV. Los turcos conquistaron Salónica por primera vez en el 1349; permitieron a los judíos recién llegados— «Portuguezim», los que venían de Portugal, y «Sefaradim», los llegados desde España — asentarse en sus ciudades, comerciar, abrir sus mercados, construir sus sinagogas y, en definitiva, sentirse ciudadanos de una sociedad absolutamente tolerante hacia las otras confesiones religiosas. Más tarde, y después de una serie de reveses en los Balcanes, los turcos se instalarían en Salónica definitivamente en el año 1430: una presencia turca que duraría hasta la Primera Guerra Balcánica (en 1912). En el siglo XV los turcos forzaron el traslado masivo, como lo hicieron en diversas oportunidades, de los judíos de Salónica a Estambul. Sólo a fines de ese siglo se reconstituyó la comunidad con la llegada de judíos ashkenazíes y principalmente con judíos provenientes de España y Portugal. Como estos fueron los más numerosos, impusieron su propia modalidad de estilo social y religiosamente.
Salónica económicamente era (y es) un enclave muy importante porque era el cruce y el punto que unía las rutas marítimas y terrestres septentrional, oriental y occidental de Europa. Por eso siempre fue muy codiciada por diversos países europeos, especialmente por Bulgaria. En el siglo XVI la ciudad llegó a contar con treinta congregaciones, que contaban con su propia dirigencia y autoridades, totalmente separada de las demás; también en cuanto al pago de impuestos y a los rituales religiosos. De todos modos la ciudad se había convertido en un centro cultural y económico que llegó a rivalizar con las comunidades de Estambul y Safed. Religiosamente, las actividades fueron extremadamente prestigiosas, tanto en escuelas como en yeshivot. Un texto relata que su Talmud Torá fue el orgullo y la gloria de Salónica, fundado en 1520 y que continuó educando hasta 1943, cuando la comunidad judía fue borrada de la faz de la tierra por los nazis. Además de los estudios judíos, se formaba en ciencias humanísticas en árabe y en latín, en medicina, astronomía y ciencias naturales. Como todos los chicos asistían a esa escuela, era un vínculo de unión para las diferentes comunidades. Todos eran educados en hebreo, todos lo sabían, las clases en castellano y latín impartían conocimientos propios de la cultura occidental. Jacob Barnai deja constancia que la población era en general culta y educada y que no había analfabetos. También asistían a las yeshivot comerciantes y trabajadores.
Allí vivió el talmudista más grande de su tiempo, del que hasta Joseph Caro admitía su autoridad. Había salido de España y se llamaba Rabí Jospeh ben Salomón Taitatçak. La riqueza de Salónica estaba sostenida en el hecho de que el puerto era el paso obligado para el comercio entre Venecia y los Balcanes, su economía estaba basada principalmente en la elaboración de tejidos de lana de oveja y cabra y en ella trabajaban todos, hombres, mujeres y niños. Elaboraban paños especialmente para el ejército otomano. Toda esta bonanza económica era la base, entre otras cosas, para la existencia de numerosas imprentas en la ciudad que editaban libros a precios baratos, especialmente de temática religiosa. En el siglo XVII aparece el Shabetai Tzvi y esta historia continuó…

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