Sefarad: exilio y clandestinidad (18ª parte): Sabetai Sevi (IV) y la conmoción causada en el mundo judío

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – El nombre y la gloria de Sabetai llegaron hasta el Yemen y el Kurdistán; las noticias sobre su nombre y sus actividades se difundieron hasta los sitios más lejanos e inverosímiles. Uno de los lugares donde mayor influjo ejerció fue en las comunidades italianas, especialmente en Livorno. Para describir la fascinación provocada por este personaje tan extrovertido el historiador Gershom Scholem utilizó el adjetivo “embeleso”. Pero hay áreas no tan conocidas y donde las acciones fueron llevadas a cabo con mucha cautela y sigilo, de las cuales nos enteramos por las investigaciones llevadas a cabo por los historiadores Bernardo López Belinchón y Mercedes García-Arenal que trabajaron sobre las repercusiones que tuvo el movimiento del Sabetai en España.
López Belinchon, que investigó la historia de los conversos en la ciudad de Málaga durante los años sesenta del siglo XVII, sostiene que dicha ciudad era un punto clave para el comercio mediterráneo como lugar de salida de artículos tales como vino, aceite y pasas, y de recepción de mercaderías del norte de Europa y que además servía como centro de acopio de productos para el abastecimiento de los presidios norafricanos como Melilla y Orán. La importancia de la actividad comercial convocaba una considerable comunidad de conversos portugueses y también de algunos judíos del Norte de África. También funcionaba como abastecedor de libros para los conversos malagueños, ya que allí llegaban libros de contenido judaico de Ámsterdam, Livorno y Tánger. De la misma manera, los portugueses que iban a Málaga se enteraron y tuvieron noticias sobre la llegada del “Mesías”. En mayo de 1666, el comisario inquisitorial de Málaga escribía a los inquisidores granadinos precisamente acerca del envío de cartas, gacetas y papeles desde Ámsterdam, Livorno y otros puertos, comunicando sobre el nuevo Mesías que surgiera en Palestina. Manuel Ferro, emparentado con la acaudalada Casa Montesinos, uno de los proveedores de los presidios de África del Norte, fue uno de los integrantes del grupo seguidor de Sabetai “instruido” desde Ámsterdam y desde Francia. López Belinchon relata que el malagueño Diego de Villalón, delatado ante el Santo Ofício por el mercader ambulante Antonio de Castillo por poseer cartas de portugueses residentes en Peyrehorade, como el mismo Castillo, en las cuales se informaba que en Turquía había surgido un judío que era un rey, y que era conveniente que todos los portugueses que estaban en Castilla se trasladasen a Francia.
En Polonia y en la Rusia zarista el entusiasmo por la figura del Sabetai era enorme, Guershom Scholem cuenta que “en procesiones públicas plenas de alegría los judíos llevaban retratos de Sabetai Sevi tomados de periódicos cristianos, provocando revueltas en muchos lugares, tales como Pinsk, Vilna y Lublin, hasta que a comienzos de mayo de 1666 el rey polaco prohibió esas demostraciones de orgullo judío. La memoria viva de las matanzas de 1648 a 1653 dio al movimiento un irresistible atractivo popular”. Tales demostraciones de fervor y entusiasmo por parte de las multitudes judías no tardó en provocar el resquemor y el enojo de las autoridades en todos los lugares en donde tenían lugar. También es necesario recordar que no todos sucumbieron ante el carismático personaje, aunque no fueron demasiados porque hacía falta mucha valentía para enfrentar a la opinión pública judía generalizada.
El Sabetai fue detenido en Galípoli por las autoridades turcas y de allí llevado el 15 de septiembre de 1666 a Andrianópolis donde, ante la presencia oculta del sultán Mehmet IV, y conminado a abjurar de su fe bajo riesgo de ser ejecutado si no lo hacía, el falso Mesías se convirtió al Islam. Y esta historia por supuesto continuó…

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