“Sin Destino” (2005), de Lajos Koltai con guion de Imre Kertész (Hungría, Alemania, Reino Unido)
FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Intérpretes: Marcell Nagy, Béla Dóra, Bálint Péntek, Áron Dimény, Péter Fancsikai, Zsolt Dér, András M. Kecskés, Dani Szabó, Tibor Mertz, Péter Vida, Endre Harkányi
Gyuri Köves es un adolescente judío húngaro de 14 años que, por un hecho casual, es llevado a Auschwitz. El director Lajos Koltai relata en esta película las experiencias cotidianas de este joven, reflejando su estancia en los campos de concentración y su vida antes y después de la Segunda Guerra Mundial. El guión, escrito por el premio Nobel 2002 Imre Kertesz y basado en su libro “Sin destino”, es una aproximación ambigua al Holocausto, una mirada dura a la realidad vivida durante y después de la ocupación. El director muestra el aburrimiento vivido en los campos de concentración, el miedo, los momentos de compañerismo, los de extrema brutalidad y la soledad latente del protagonista una vez vuelve a la “normalidad” de su vida.
Lajos Koltai, que debuta en la realización tras una prestigiosa carrera como fotógrafo de otros directores como István Szabó. Como era de esperar, a Koltai le interesa mucho la parte visual y por ello ha confiado la dirección de fotografía a otra húngara, Gyula Pados, que confiere a la película una estética pictórica de gran belleza. A pesar de que nunca lo había hecho, Koltai dirige muy bien a actores tan solventes como Marcell Nagy, el joven protagonista y a Daniel Craig (en un rol bastante secundario como sargento estadounidense), que rodó esta película antes de ser elegido como nuevo James Bond.
Koltai acierta en su contención al mostrar la barbarie, al prescindir de secuencias explícitas de violencia, en ningún momento se recrea en los momentos más terribles, y se agradece profundamente la sobriedad y discreción utilizadas. Le basta con mostrar en toda su crudeza las maratonianas jornadas en las que los prisioneros son obligados a permanecer en pie, para cubrir la dosis de dolorosa explicitud. Una tortura, que es tan tremendamente sencilla, como definitivamente brutal. Las ejecuciones masivas en la cámara de gas están presentes, pero fuera de campo. El film muestra una sucesión de escenas cotidianas que suelen acabar con un fundido en negro y describen la rutina degradante y terrorífica de los personajes.
Esta opera prima nos muestra el valor de la autoconfianza para sobrevivir a situaciones extremas. Las valiosas lecciones de un altruista compañero en una de las secuencias clave hacen que el protagonista tome consciencia sobre la necesidad de mantener la dignidad y sobre todo la voluntad y razones para vivir, si es que realmente desea salir adelante. El film no oculta la parte más oscura del ser humano en secuencias tan escalofriantes como la del guardia húngaro que se acerca al tren de los deportados para sacar tajada. Se aprecia además cierto desencanto en el epílogo –una de las partes más novedosas–, y que habla, ya superado el conflicto, de la insolidaridad de la sociedad húngara y del bloque soviético. Pero a pesar de todo, el film es un emotivo canto a la esperanza.
Nominada al “Oso de Oro” como mejor película en el 2005 en la Berlinale, “Sin Destino” (Fateless) expone de manera evidente que el genocidio no hubiera sido posible si gran parte de los conciudadanos de los deportados a los campos no se hubieran cruzado de brazos o hubieran mirado para otro lado. Esta circunstancia parece ser una lección pendiente para el pueblo húngaro según Koltai y por eso insiste en enfatizarla, y sinceramente no le falta razón para repetirse porque hoy en día, al igual que en su día hicieran muchos húngaros, y casi toda la población europea, seguimos cruzándonos de brazos y desentendiéndonos de las injusticias que puedan sufrir nuestros semejantes.
Sin lugar a dudas una de las mejores aportaciones de este film es la manera de penetrar en la piel del protagonista en un auténtico ejercicio de indagación psicológica que nos lleva a lo más profundo del corazón y el sentir de las víctimas.
que sumada a la bellísima fotografía convierten a la película en una obra esencialmente poética, capaz de mostrar los mayores horrores, evitando en todo momento la sensiblería.
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