Tengamos el apocalipsis en paz
LA PALABRA – Para estas fechas de finales de año, los medios de comunicación solemos resumir hechos destacados de los últimos 365 días y hacer pronósticos (que nunca se cumplen) sobre lo que va a pasar, sumándonos a tantas efemérides agoreras y apocalípticas que se anuncian cada tanto: 1984, 2000 o 2012 son sólo las últimas y más frescas en la memoria. Pero, aunque del 2018 no he oído grandes vaticinios, algo raro se huele en el ambiente en lo que a Israel se refiere.
Porque a pesar de la sangre y fuego que algunos prometieron si Trump cumplía con su promesa y el mandato del Acta del Congreso de su país de 1995 que reconocía a Jerusalén como capital de Israel, no han sido las puertas del infierno las que han chirriado abriéndose, sino el silencio casi absoluto de la Liga Árabe y hasta las calles musulmanas lo que más ha atronado. Si algo hay que agradecer a la Administración Obama es que, con su equidistancia y negligencia para actuar en Oriente Medio que ha destapado la caja de los truenos en la zona, ha quedado demostrado -incluso para las más cerriles visiones de los dirigentes regionales- que el problema empieza por la letra i, pero no por la de Israel sino por la de Irán.
No sólo eso: ahora resulta que las votaciones automáticas contra el estado judío ya no lo son tanto; que en cada escrutinio en organismos internacionales las unanimidades dejan paso a abstenciones y tímidos (aún) rechazos. Que otras naciones empiezan a mover ficha en el tema de la capitalidad de Jerusalén, mientras que algunas ovejas descarriadas por lobos disfrazados de pastores empiezan a retomar la senda, bien del reconocimiento diplomático, bien del fin de la financiación de organizaciones “de derechos humanos” dedicadas en realidad a machacarlos y glorificar el terror.
A diferencia de hace 70 años, cuando una cincuentena de países apoyaron el nacimiento de Israel en gran medida por un complejo de culpa por la inacción ante las entonces frescas imágenes del horror nazi, este nuevo acercamiento responde a todo lo contrario: a la capacidad de superación que ha llevado a convertir el país en la octava potencia mundial en 2017 según la revista “American Interest”, en función de su creciente impacto en los asuntos mundiales, algo que va más allá de los logros militares, económicos o científicos en sí.
Tanto dato positivo sobre cómo ven los demás (fuera de Estados Unidos) a Israel nos hace sentir un escalofrío: ¿será el anunciado fin de los tiempos? Ojalá tengamos el apocalipsis en paz.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad