METAESCRITURA DE LA SHOÁ, CON JAVIER FERNÁNDEZ APARICIO – Esta obra en inglés The invader wore slippers. European Essays” [“El invasor llevaba zapatillas. Ensayos europeos] de Hubert Butler, editado por John Banville (Nothing Hill, 2012), – apunta nuestro experto- es una fuente poco conocida sobre la Shoá en Europa, sobre todo los Balcanes y Europa central, ya que, aparte de ser un testimonio de primera mano, denunció el exterminio de los judíos europeos ante la inacción e indiferencia generalizada de sus vecinos. Esta obra recopila trece de sus ensayos más brillantes, editada y prologada por John Banville, quizás el escritor irlandés más prestigioso en la actualidad.
¿Por qué el título El invasor llevaba zapatillas? Es el de un ensayo de 1950 dedicado a la invasión alemana de las islas del Canal de la Mancha durante la guerra. Se incluye en la obra. Butler destaca como en Irlanda se hablaba mucho de la bota alemana y de cómo seríamos pisoteados bajo ella si la protección de Gran Bretaña nos fallaba, luego la reacción de la población -que Butler extrapoló a la de muchas sociedades europeas- fue considerar a esas botas como zapatillas de andar por casa, aceptándose la ocupación mientras se respetase sus cómodas vidas. Así, en los tabloides vendidos en las islas, se sucedían artículos de Goebbels con anuncios de ventas de perros y cortadoras de césped o resultados del cricket. Para Butler, lo mismo pasó en Checoslovaquia, por ejemplo y no obstante las imágenes iniciales con mujeres llorando al paso de los alemanes, “más tarde en el día, esto cambió a una buena dosis de curiosidad sobre las armas y motocicletas alemanas”.
Hubert Butler nació un 23 de octubre de 1900 en Kilkenny (Irlanda) y murió el 5 de enero de 1991. Fue un ensayista, historiador y arqueólogo que escribió sobre una amplia gama de temas. Estudió en Inglaterra (incluyendo Oxford) y muy joven, después de trabajar en la Irish County Library, viajó al extranjero, desde Egipto y Rusia a Grecia y los Balcanes, como profesor de inglés. Mostró interés por las historias locales, la arqueología y los asuntos políticos y religiosos de los países donde residía. En 1938, Butler, que era católico, se horrorizó con los comentarios antisemitas en Irlanda, en especial de Oliver Flanagan, líder del segundo partido más político, el Fine Gael, de tendencia democristiana. En una declaración dijo: “Los judíos crucificaron a nuestro Salvador hace 1.900 años, y nos han estado crucificando todos los días de la semana”. Butler se convenció entonces de que debía trabajar para que judíos perseguidos por los nazis fuesen a Irlanda, viajando a Viena junto a su esposa, Penny, usando la red del movimiento cuáquero. Docenas de judíos pudieron entonces escapar hacia Irlanda y a Estados Unidos. Su labor pasó sin pena ni gloria en su Irlanda natal.
En 1947, durante una charla sobre Yugoslavia, criticó el antisemitismo del régimen croata y la colaboración en el exterminio de los judíos del clero, pero fue ferozmente criticado por no mencionar el supuesto sufrimiento de los católicos bajo el régimen de Tito. La persecución a Butler llegó al punto de que tuvo que abandonar la sociedad arqueológica irlandesa, los medios donde colaboraba y entrar en una especie de exilio interior, centrado en el cultivo de las tierras de su familia, pues también era un excelente horticultor, rutina solo rota por la redacción de algunos libros y ensayos hasta su muerte en 1991. Ensayos que contienen la obra que analizamos.
Escribió dos libros: Diez mil santos: un estudio sobre los orígenes irlandeses y europeos (1972) y El subprefecto debería haberse mordido la lengua y otros ensayos (1990), mientras hay varias recopilaciones de sus ensayos, siempre en inglés en los años 80 y 90, más el que nos ocupa de 2012 y otro de 2014.
Los ensayos
Cada uno de los 13 ensayos de Butler en la obra se ordenan cronológicamente, siendo el primero La playa de Riga en 1930 (1930) y el último El Grupo Kagran (1988). Estos artículos se ocupan de principalmente de un tema: el colaboracionismo con los nazis y en el exterminio de los judíos europeos, más la impunidad de estos verdugos en varios lugares de Europa tras la guerra). Lo hace habiendo sido testigo de primera mano desde la humildad, pues Butler vivió en medio de acontecimientos históricos, pero nunca se presenta a sí mismo como el testigo de grandes eventos, sino que se arrincona en un segundo plano, hablando en tercera persona y sin citarse a sí mismo en ningún momento: es un observador sin más pretensiones que narrar la verdad de lo presenciado. Todo lo hace con un atractivo estilo novelístico que hace que cada ensayo parezca un relato corto, no desprovisto de un fino humor y una negra ironía en varias ocasiones.
Vamos a destacar algunos de estos relatos, los principales. En La playa de Riga en 1930 (1930) aporta una mirada más realista a las anomalías sociales que se observan en la joven y frágil república letona independiente antes de ser asimilada por la Unión Soviética y como una sociedad multicultural se radicaliza con la partida obligada de ciudadanos, militares y comerciantes rusos perseguidos por “la mezquina burocracia de una nación joven y orgullosa de su nueva independencia”. Es el único ensayo escrito en tiempos anteriores a la guerra.
En Informe sobre Yugoslavia (1947), originalmente publicado por entregas en The Irish Times, Butler describe la política y sociedad de la Yugoslavia de Tito. Butler había pasado también años en los Balcanes antes de la guerra y conocía a sus comunidades y diferentes realidades. Es el ensayo que le valió enormes críticas en Irlanda, pues critica el feroz antisemitismo del régimen croata y la colaboración en el exterminio de los judíos del clero católico.
En El último Izmerenje (1947) también escribe sobre Yugoslavia. En la primavera de 1937, Butler viajó de Belgrado a Montenegro para presenciar el elaborado ritual de la Izmirenje o Ceremonia de reconciliación, mediante la cual tradicionalmente se resolvían las disputas de sangre en las sociedades campesinas patriarcales de los Balcanes del Sur. Una parábola sobre una justicia que coge el perdón en lugar del castigo como verdadera expiación del crimen.
De El invasor llevaba zapatillas (1950), ensayo que da título a la obra, ya hemos dicho que está dedicado a criticar la reacción de la población inglesa de las islas del Canal de La Mancha -que Butler extrapoló a la de muchas sociedades europeas-, aceptando la ocupación alemana mientras se respetase sus cómodas vidas y mirando hacia otro lado en muchos casos, como los judíos, resistentes, opositores, etc…
En Mr. Pfeffer de Sarajevo (1956), Butler utilizada la ironía para hablar de otra región entonces yugoslava: Bosnia. Lo hace narrando del juicio de los asesinos del archiduque Francisco Fernando, que también es una parábola sobre la muerte del liberalismo balcánico en el período de entreguerras, para finalizar disertando sobre el nacionalismo y el racismo.
En La Solución final (1962), Butler habla de como las sociedades europeas -al menos la irlandesa- vieron el juicio a Eichmann: los judíos habían tenido la oportunidad de un gesto generoso perdonando al arquitecto de la Shoá y no lo habían hecho, e incluso voces eminentes como las de Martin Buber, desaprobaban el mismo juicio. También, como las imágenes de los campos de exterminios eran “propaganda del horror”, no la prueba de un genocidio. Butler recuerda sus tiempos en Viena en 1938-1939, cuando Eichmann estaba allí, y como el supuesto negociador que era se basaba continuamente en la amenaza de que, si no se cumplían sus “sugerencias”, los judíos serían exterminados. Efectivamente, Butler hace un recorrido con lo que sucedió posteriormente debido a personas como Eichmann, para lo que se basa en otras fuentes como la monumental obra de Raoul Hilberg, y concluye que el “sueño de la esperanza” que falsamente Eichmann defendía ser (os salvaré, os daré una tierra propia…) era realmente el inicio de la Solución Final que acabaría con seis millones de judíos asesinados.
En Carl von Ossietzky (1964) dedica su ensayo a esta personalidad, que encarna a aquellos primeros profetas que alertaron contra el peligro del nazismo, en medio de una sociedad como la alemana que masivamente lo empezaban a apoyar, y que pagaría con su vida esta oposición. Ossietzky, periodista en varios medios y paladín del pacifismo, fue encarcelado ya en 1933 y le fue concedido el premio Nobel de la Paz en 1936, muriendo de inmediato de una tuberculosis en el hospital del campo de concentración.
En Los niños de Drancy (1968) escribe sobre la deportación de más de 4 mil niños judíos a Auschwitz en 1942 a través del conocido y siniestro campo de paso de Drancy, denunciando como posteriormente Drancy se ha convertido en un lugar de viviendas públicas y tiendas sin apenas contar el recuerdo de las atrocidades allí pasadas. Para Butler es el ejemplo de los tiempos que corren en la actualidad, donde la necesidad práctica o científica se impone a la necesidad de la memoria o de humanidad.
En La ventana de Pedro (1984), que es el ensayo más voluminoso, se hace una descripción de Leningrado en los primeros momentos de la Revolución Rusa, denunciando la acción represora de la GPU, antecesora de la KGB. Butler se basa en hechos reales, pues pasó algunos años en la ciudad como profesor de inglés y por ello él también fue seguido por la GPU de manera visible. Como en otros ensayos, acaba denunciando la indiferencia de la sociedad, en este caso la rusa, hacia los sufrimientos de los represaliados.
En El archivo Artukovitch (1985) se ocupa del juicio, tras la guerra, a Andrija Artukovitch, brutal ministro del Interior del régimen fascista ustacha de Ante Pavélic en la Croacia colaboracionista, que emprendió primero una brutal campaña de conversión de los serbios ortodoxos, eufemismo del asesinato de miles de ellos en Jasenovac, y posteriormente de los judíos. Resalta como Artukovitch quedo exonerado de culpa y huyó a Estados Unidos vía Irlanda, donde vivió durante un año sin mayores problemas.
En El grupo Kagran (1988) se ocupa de como Checoslovaquia pasó a ser un Estado títere de la Alemania nazi bajo el antisemita monseñor Jozef Tiso y aprovechando la debilidad del presidente checo, un anciano Emil Hacha. Para ello, Butler se basa en el relato autobiográfico de Peter Demetz, que acabaría siendo profesor de Literatura Alemana en Estados Unidos y entonces era un joven de apenas 14 años que veía con preocupación la indiferencia de sus conciudadanos ante tal circunstancia.
En definitiva, respecto a la Shoá, Butler conoció y denunció la persecución de los judíos europeos y el horror de los campos nazis, que salieron a la luz en los Juicios de Nuremberg y tras la guerra. Por ejemplo, para él, Auschwitz “fue el más grande crimen de la historia de la humanidad”, pero mantiene una premisa: lo que pasó fue posible gracias a miles de testigos que, en el mejor de los casos, callaron estas atrocidades. Con todo, la satisfacción personal de Butler por su noble acción de tratar de ayudar a los perseguidos embarga toda su vida y obra. Se resume en una declaración que Banville recoge en la cubierta misma: “Creo que uno de los tiempos más felices de mi vida fue cuando estuve trabajando para los judíos austriacos en Viena en 1938-1939”.