“The Plastic Age”, escrita por Frederica Sagor (1925)

SHÉKET: JUDÍOS EN EL CINE MUDO, CON MIGUEL PÉREZ –

Frederica Sagor Maas nació en 1900 y vivió 111 años para contemplar cómo el cine evolucionó desde el cinematógrafo de los hermanos Lumière hasta las primeras entregas de la última trilogía de la saga ‘Star Wars’. La evolución al completo de una industria mítica condensada en la historia de esta guionista que nació en Nueva York después de que su familia, de origen judío, emigrase de la Rusia zarista a finales del siglo XIX. En realidad, sus padres se apellidaban Zagosky, aunque decidieron transformarlo en Sagor a su llegada a Estados Unidos. Así fue como Frederica firmaba todos sus escritos, primero en los trabajos universitarios durante una carrera de periodismo que no llegó a terminar atraída por el naciente celuloide, y más tarde como una prestigiosa guionista del cine mudo y sonoro entre 1920 y 1950.

La historia de Frederica Sagor Maas es la crónica de una de las profesiones ligadas a la industria cinematográfica que mayor número de luces y sombras ha arrojado a lo largo de más de un siglo de actividad. El guionista ha sido manipulado, menospreciado, esclavizado, valorado o elevado a pieza clave del mecanismo que mueve una película en numerosas ocasiones. Novelistas, periodistas y dramaturgos han escrito para el cine. Y suyo es el mérito de un buen puñado de títulos, por encima de directores y repartos. A día de hoy, su trabajo se considera un factor fundamental para la buena consecución de un filme, aunque, siendo honestos, ¿quién podría citar el nombre de media docena de guionistas del cine europeo y americano?

Frederica Sagor Maas fue autodidacta. Nada extraño en aquellos primeros lustros de la aventura cinematográfica. Mientras cursaba periodismo y hacía prácticas en ‘The New York Globe’, la joven estudiaba a fondo todas las películas que se estrenaban en la Gran Manzana. Cabe resaltar que en aquellas películas había mucho trabajo de escritura, no sólo en las basadas en material propio sino también en las que versionaban novelas o hechos históricos. La razón no es otra que carecían de una de las apoyaturas fundamentales de un guión cinematográfico: los diálogos.
Desde adolescente, Frederica sentía fascinación por el cine, aunque no por el trabajo de actriz, sino por todo aquello que tenía que ver con su pasión de escritora: las historias, las estructuras narrativas, las formas de condensar acciones y emociones, la narración, los diálogos o los intertítulos en el caso del cine mudo. Más adelante, su formación sería en parte su condena: en un medio donde trabajaban miles de escritores llegados de todas partes del planeta, las horas invertidas en noches de teatro, sesiones de cine y centenares de libros durante su época de estudiante hicieron que Frederica fuera una guionista aventajada. Y era mujer. Suficiente para mantenerla a cierta distancia del gremio.

Trabajó para todos los grandes estudios: Universal, MGM, Paramount y Fox. Sin embargo, en esa trayectoria su emoción fue decayendo y su lugar lo fue ocupando el descreimiento. A medida que transcurría el tiempo y progresaba, conoció los peores vicios de Hollywood. En sus memorias habla de cómo el sexo estaba presente tras muchos bastidores, despachos y mansiones; de todos los mimbres que formaban una industria codiciosa, competitiva y donde el ansia del éxito era tan desmesurada como el desfase de sus fiestas.

Por si fuera poco, la guionista de ‘La primera noche’ o ‘La edad de plástico’ padeció todo tipo de adversidades: con su marido, Ernest Maas, quedó al borde de la ruina durante el ‘crack’ del 29, más tarde fue sometida a la ‘caza de brujas’ del senador Mccarthy, y además tuvo que ver cómo más de uno de sus textos era modificado en los estudios o directamente plagiado. Hastiada, cansada y tan desesperada como para intentar suicidarse con su pareja, Frederica abandonó el cine en 1950, dejando detrás un brillante legado, tanto por la calidad de sus guiones como por su contribución a la transición al cine sonoro y a crear algunas de las estrellas de la gran pantalla gracias a los papeles que ella les escribía, como es el caso de Clara Bow o la mismísima Greta Garbo.

Un ejemplo de su calidad profesional es ‘The Plastic Age’, una película muda que escribió en pleno auge de su carrera a partir de una novela de Percy Marks. Corría el año 1925 y supuso el primer gran éxito en pantalla de Clara Bow. La historia narra la particular entrada en el laberinto de un deportista universitario, interpretado por Donald Keith, quien durante la fiesta de una hermandad conoce a una chica, Cynthia Day (encarnada por Clara Bow), que le enseñará todo un mundo de diversión, nocturnidad, alcohol y tabaco. La película fue dirigida por Wesley Ruggles, realizador que se inició como actor con Charles Chaplin y que dirigió filmes como ‘Cimarron’ y ‘London Town’ (peculiar musical británico con Petula Clark de protagonista). Frederica logró brillar al llevar a una pantalla muda una novela de carácter eminentemente social y con una indudable carga moral. Como anécdota, Clark Gable tiene aquí adjudicado un pequeño papel. Todavía era un actor en ciernes. ‘Lo que el viento se llevó’ vendría mucho más tarde. En 1939. Para entonces, el viento de Hollywood ya comenzaba a llevarse las cuartillas mecanografiadas de Frederica.

Ficha técnica:
Título: “The Plastic Age”
Año: 1925
Director: Wesley Ruggles
Reparto: Clara Bow, Donald Keith, Mary Alden, Henry B. Walthall, Gilbert Roland, David Butler, Clark Gable.
Guión: Frederica Sagor y Eve Unsell, basado en la novela homónima de Percy Marks.
Nacionalidad: Estados Unidos
Duración: 73 minutos en el original.
Género: comedia dramática.

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