“Todo está iluminado (Everything is illuminated)” (2005), de Liev Schreiber (EE.UU.)

FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –

Guion: Liev Schreiber; basado en la novela de Jonathan Safran Foer. Reparto: Elijah Wood (Jonathan Safran Foer), Eugene Hutz (Alex), Boris Leskin (Abuelo), Laryssa Lauret (Lista), Jonathan Safran Foer (Leaf Blower), Jana Hrabetova (Abuela de Jonathan), Stepan Samudovsky (Abuelo de Jonathan), Oleksandr Choroshko (Alexander), Gil Kazimirov (Igor), Zuzana Hodkova (Madre de Alex).

Basada en la novela semi-autobiográfica de Jonathan Safran Foer (que colaboró activamente en el guión), a su vez está basada en su propio viaje a Ucrania mientras realizaba su tesis doctoral, la película narra el viaje iniciático de Jonathan, un joven judío obsesionado con coleccionar objetos sobre la historia de su familia que acaba de perder a su abuela, en búsqueda de los orígenes de su abuelo en Ucrania. Sus únicas armas: una fotografía de antes de la Segunda Guerra Mundial, el colgante propiedad de la mujer que le salvó del exterminio y el nombre de un lugar, Trachimbrod.
En su búsqueda le ayudarán dos pintorescos personajes dedicados a un curioso negocio familiar: servir de guías a judíos ricos que buscan sus raíces en Ucrania. Alex, un entusiasta joven de Odessa con afición por el hip hop y la cultura negra, y su abuelo, Alexander, encargado de conducir el coche, un supuesto antisemita que se cree ciego y que realiza el trabajo a regañadientes. Este trío, junto a la esquizofrénica perra del abuelo, Sammy Davis Jr. Jr., se embarcan en un hilarante, luego delirante y finalmente trascendental viaje a través de Ucrania buscando un lugar que nadie parece conocer.
El actor Liev Schreiber (Scream, Kate and Leopold), con una carrera de más de diez años, da el salto a la dirección con esta película tomando como referencias a Emir Kusturica y Terry Williams. Concebida como una fábula entre lo mágico y lo grotesco, lo costumbrista y lo estrambótico, lo onírico y lo práctico, lo histórico y lo imaginario, Todo está iluminado propone un acercamiento a hurtadillas a las cenizas del holocausto. Ambientada en Ucrania, reivindica la influencia de la huella del pasado en el presente, la importancia del legado vital de cada uno, el peso de las raíces y la necesidad de aferrarse a la propia memoria histórica como rasgo identitario.
El film destaca en prácticamente todos los aspectos. La dirección es soberbia, la puesta en escena, excelente. Hay momentos fascinantes: los primeros diez minutos son mágicos por su sencillez y su capacidad de síntesis. El resto de la película mantiene de forma dignísima el nivel del inicio, Schreiber mantiene un control absoluto sobre el tono de la película, algo muy complicado cuando la comedia, el absurdo y la tragedia se mezclan. No es fácil para un director experimentado, por lo que conseguirlo con una opera prima es destacable. El trabajo con los actores es excelente. Gran parte de la consistencia de la película se basa en unos intérpretes que marcan con sus actuaciones el tono de cualquier escena. Elijah Wood hace un gran papel, Eugene Hutz está estupendo en los momentos de comedia y cumple en los momentos más dramáticos; su lenguaje, de orígenes presumiblemente eclécticos, dota de personalidad a gran parte de la película, siendo él precisamente el narrador. Sin embargo, es el veterano Boris Leskin el que, contra todo pronóstico y por sorpresa, acaba haciéndose el amo y señor de la pantalla en una última media hora simplemente maravillosa, una muestra impecable de sentimiento puesto en escena. Sus comentarios antisemitas ocultan dolorosos eventos de su pasado y su historia se desarrolla paralelamente a la trama principal, casi de forma incidental, hasta que al final se revela el pleno impacto de sus experiencias.

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