“Un hombre serio (A Serious Man)” (2009), de Joel y Ethan Coen (EE.UU.)
FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Guión: Joel y Ethan Coen. Reparto: Michael Stuhlbarg, Richard Kind, Fred Melamed, Sari Lennick, Adam Arkin, Aaron Wolff, Jessica McManus, Simon Helberg, George Wyner, Fyvush Finkel. Premios: Independent Spirit Awards 2009. Mejor fotografía y premio Robert Altman al mejor reparto – Globos de Oro 2009. Mejor actor de comedia (Michael Stulbarg)
La película comienza con una cita de Rashi, rabino francés del siglo XI considerado uno de los mas importantes comentaristas del Talmud: “Recibe con humildad todo lo que te suceda”. A continuación, y a modo de prólogo, un cortometraje separado del filme en el que ya nos queda claro el carácter judío de la película (esta parte está hablada en ídish y subtitulada sólo en inglés): en un antiguo shtetl del siglo XIX, un campesino regresa a su casa después de un día de mercado. En el camino, una de las ruedas de su carro se rompe y un anciano, antiguo conocido de su esposa, le ayuda a repararla. El marido agradecido le invita a su cenar a su casa. La esposa horrorizada le dice que el invitado ha muerto hace tres años y que en realidad es un dybbuk. Para demostrarlo le clava un cuchillo en el pecho. Durante unos instantes no muestra signos de estar herido, pero al cabo de unos segundos comienza a sangrar y decide marcharse ya que evidentemente no es bien recibido… y nos deja con la duda ¿era realmente un dybbuk o el rabino fue asesinado por la esposa? Esta pieza nos prepara para lo que vendrá e introduce una de las constantes del filme, la incertidumbre por un lado y, por otro de la mas que probable existencia de una maldición.
Inmediatamente nos sitúan en el escenario: Minneapolis 1967, Larry Gopnik es un profesor universitario de física, responsable, buen judío y fundamentalmente un hombre serio que trata de explicar a sus alumnos el Principio de la Incertidumbre de Heisenberg (o cómo la ciencia no puede determinar con exactitud ciertos hechos), aunque la verdad es que le cuesta bastante conseguirlo. Un estudiante coreano intenta sobornarlo y chantajearlo para que lo apruebe: su mujer lo deja por un amigo, un viudo arrogante y él es quien debe mudarse de su casa; sus hijos ya no le prestan ninguna atención y le roban dinero para operarse la nariz y para comprar marihuana; su hermano, que vive con ellos, está al borde de la locura y tiene problemas con la policía; su vecina intenta seducirlo, su vecino “goy” se adueña de su jardín, sus jefes empiezan a recibir cartas acusatorias contra él justo cuando están a punto de ascenderlo.
De a poco, su vida en los suburbios se desmorona, como un edificio que se derrumba. El cambio es cultural (Jefferson Airplane suena en la radio de su hijo mientras asiste a la escuela hebrea; una vecina divorciada toma sol desnuda y fuma marihuana) y Gopnik está, literalmente, en el punto de mira.
Abrumado, termina recurriendo a los rabinos del lugar. “¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecer esto?”, quiere saber. Pero los consejos de los rabinos no resultan tan útiles como esperaba, con sus parábolas incomprensibles y sus metáforas bíblicas de confusa aplicación, Larry debe enfrentarse solo y abandonado a su suerte a un mundo cambiante y caótico.
Larry tiene miedo, es un ser temeroso que sólo pretende obrar correctamente, por lo que se limita a actuar mecánicamente, dejando que la divinidad decida por él. La religión le ha enseñado que cuando tiene un problema debe recurrir a los mas sabios, a los rabinos. En esta constante búsqueda de un sentido a la existencia, los Coen hacen intervenir al azar para dar un respiro al protagonista. El asfixiante devenir de los acontecimientos da un giro sorprendente cuando desaparecen algunos problemas domésticos y Danny, el hijo, realiza su bar mitzvá. En ese momento, Larry se permite sonreír felizmente por primera vez en toda la película, junto a su esposa y su familia, entre los acogedores muros de la sinagoga, donde se encuentra protegido. Fuera nada tiene sentido, es el mundo del caos y la incertidumbre. Creyéndose seguro de nuevo, Larry toma la primera decisión de toda la película, y el resultado es tan inesperado como inevitable (sabe que ha obrado mal y ha de aceptar las consecuencias).
Los directores, Joel y Ethan Coen han contado muchas historias de seres patéticos a los que la vida y las circunstancias les juegan malas pasadas. En Un Hombre Serio la narrativa se mantiene, pero con un matiz importante: la empatía de los directores por el sufrimiento de Larry. Seguramente por tratarse de una historia con tintes autobiográficos ya que se rodó en la comunidad donde crecieron y su padre fue profesor universitario, por lo que de alguna manera recrean en esta película el mundo de su infancia y adolescencia abordando por primera vez de manera frontal su identidad judía sin dejar de lado la marca de la casa: un humor negro, sarcástico y absurdo, que no deja se ser otro rasgo importante de identidad.