“Un superviviente” de Moriz Scheyer, con Begoña Llovet
SEFER: DE LIBROS Y AUTORES – Escribiendo en el mismo momento en el que sucedían los hechos Moriz Scheyer da testimonio de la vida de los judíos bajo el dominio nazi, de aquellos que aún pudiéndose salvar del exterminio vieron su existencia degradada, su supervivencia en peligro y su confianza en el ser humano desgarrada. Un superviviente nos habla de colaboracionismo y traición, pero también de bondad humana y sacrificada amistad.
La traductora de este magnífico libro, Begoña Llovet, hace un emocionado recorrido por el texto, seleccionando extractos que nos sitúan frente al mensaje que quiso transmitir Scheyer. Nos habla también de la alta calidad literaria de un autor que, aunque humillado y perseguido, siguió manteniendo una voz “racional, culta y tremendamente estremecedora” sin pretenderlo. Y en la actualidad de Un superviviente también se fija LLovet, ahora que “las semillas del mal” parecen estar brotando de nuevo en Europa.
“En 1943, el judío austriaco Moriz Scheyer, escondido en un convento francés, comenzó a escribir Un superviviente, la narración de la angustiosa, agitada y a veces casi milagrosa peripecia de su persecución a través de la convulsa Europa ocupada.
Scheyer era un importante periodista literario y editor en Viena antes de la anexión de Austria en 1938; formaba parte de círculos intelectuales en los que se relacionó con importantes figuras de la época, como Arthur Schnitzler, Joseph Roth o Gustav Mahler, y mantuvo una amistad cercana con Stefan Zweig.
En este revelador testimonio, emotivo y crítico a la vez, editado por Siruela, el autor vuelca su ingenio mordaz para hacer un recuento de sus experiencias durante la guerra: su exilio a París justo antes de que los nazis ocuparan la capital francesa, su paso por un campo de concentración, el contacto con la Resistencia y su vida clandestina en un asilo para enfermas mentales a cargo de una congregación de monjas franciscanas.
Tras la muerte de Scheyer, en 1949, su hijastro, Konrad Singer, disgustado por la denuncia genérica del libro a todo el pueblo alemán, lo destruyó. O eso pretendió. En el transcurso de una mudanza, los hijos de Singer encontraron una copia en papel carbón del texto. Guardado en una carpeta en la que figuraba la dirección de la primera esposa de Stefan Zweig en América, el manuscrito había sobrevivido a la destrucción”.