SHOÁ CON LETRA DE MUJER – Graciela Kohan comienza subrayando en primer lugar la importancia de que -como hace Caroline Moorehead en Un tren en invierno– se de voz al fundamental papel que jugaron las mujeres en las resistencias frente a los nazis.
De las doscientas treinta francesas deportadas del convoy de las 31.000 solo cuarenta y nueve lograron regresar con vida. Pero en ese mundo de la posguerra nadie quería oír a esas mujeres que habían regresado del infierno y que sobrevivieron gracias a la solidaridad y la fuerza que les proporcionó su deseo de contar, de testimoniar.
Kohan analiza este minucioso libro entre el ensayo y lo periodístico escrito sin sentimentalismo que reivindica a estas mujeres y señala, entre otros temas, la injusticia que supone el hecho de que muchos colaboracionistas no llegaron siquiera a ser juzgados.
Desde CIRCE, la editorial de Un tren en invierno apuntan: “Enero de 1943, Francia. Los ocupantes nazis aplican por primera vez a un grupo de mujeres su política de Noche y niebla. Consiste en transportar a las prisioneras a un lugar desconocido de Alemania donde su rastro se perderá para siempre. Hoy sabemos que el destino era un campo de trabajo o, en el peor de los casos, de exterminio. Doscientas treinta francesas, integrantes de la Resistencia casi todas, fueron conducidas en vagones de ganado hasta Auschwitz. Entre ellas, una doctora, una dentista, una comadrona y cuatro químicas, amén de granjeras, tenderas, obreras de fábrica, empleadas de correos, profesoras, secretarias, modistas, estudiantes o amas de casa. La mayoría rondaba los treinta años. Dos meses y medio después sólo vivían ochenta; únicamente cuarenta y nueve vieron acabar la guerra. Con pulso firme, Caroline Moorehead narra las vicisitudes de esas mujeres en un relato implacable, escalofriante a veces, que pone de manifiesto la diabólica maquinaria de muerte nazi. Pero en las páginas de Un tren en invierno también brilla la solidaridad entre las prisioneras, hermanadas por el horror de una experiencia aniquiladora. No en vano, años después, una superviviente aseguraba: “Mírame; podría creerse que estoy viva, pero no lo estoy. Yo morí en Auschwitz, aunque nadie lo sabe”.
Graciela Kohan en este Shoá con letra de mujer nos anima a leer y a poner rostro a los testimonios que componen Un tren en invierno. Un libro que ,sin duda, Concha Díaz Berzosa recomendaría.