SEFER: DE LIBROS Y AUTORES – Tres soldados nazis, para evitar formar parte de un pelotón de fusilamiento, se ofrecen voluntarios para ir a cazar. Así comienza la extraordinaria Una comida en invierno de Hubert Mingarelli. Pronto sabremos que no buscan animales, cazan judíos. Y encuentran a un joven judío escondido en el frío invierno polaco. Prohibido y peligroso también moralmente ver al joven como un igual, un humano. ¿Se puede permitir el lector identificarse con los verdugos? Un campesino demuestra un antisemitismo aún más virulento que el de los nazis. En Una comida en invierno “las víctimas son víctimas y los verdugos, verdugos” afirma Julio Guerrero, quien remarca el carácter “nada complaciente” de este libro que nos hiela el corazón.
Siruela. Al amanecer, en uno de los desolados inviernos de la Segunda Guerra Mundial, tres soldados alemanes se arrastran por los helados campos de Polonia. Tienen órdenes de rastrear la zona y volver con «uno de ellos». Tras atrapar a un joven judío escondido en el bosque, el grupo hace un alto en una cabaña abandonada antes de regresar al campamento con su presa. Mientras con sus escasos recursos intentan encender fuego y preparan la cena, se suma al cuarteto un cazador polaco cuyo virulento antisemitismo eleva la tensión de una atmósfera ya de por sí a punto de estallar. A medida que avanza la velada y las implicaciones últimas de su misión van perfilándose con mayor claridad, las lealtades y vínculos de unos hombres hambrientos, agotados e inmersos en un conflicto cuyas dimensiones y consecuencias están muy lejos de poder calibrar, se verán puestas en entredicho.
La complejidad moral y la elaborada textura dramática de esta sintética obra maestra contrastan poderosamente con lo escueto y directo de una prosa heredera de Isaak Bábel y Ernest Hemingway. Ciento veinte páginas tan memorables, tan oscuras y humanas que deberían ser leídas en toda Europa.
«Un pequeño milagro, perfectamente imaginado y perfectamente ejecutado».
Hilary Mantel
«La “banalidad del mal” encuentra su más desnuda y bella expresión en esta estremecedora, concisa y extraordinaria novela».
Ian McEwan