FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD – Título original: “A Stranger Among Us”. Reparto: Eric Thal, John Pankow, Lee Richardson, Melanie Griffith, Mia Sara y Tracy Pollan. Guión: Robert J. Avrech. Fotografía: Andrzej Bartkowiak. Música: Jerry Bock
Una madrugada, un joven jasídíco es brutalmente asesinado en su despacho situado en el distrito de los comerciantes de diamantes de Nueva York. No hay señales de lucha, ni entrada forzada; no hay huellas y han desaparecido diamantes por valor de setecientos veinte mil dólares. Se le asigna el caso a Emily Edén, una detective cínica y conocida dentro del cuerpo de policía de Nueva York por su dureza y facilidad para apretar el gatillo. Para Emily, las pruebas sugieren que el asesinato y el robo fueron obra de algún miembro o alguien muy cercano a la comunidad. Nadie podía haber entrado sin que la víctima desconecte la alarma. Tenía que ser alguien a quien conocía. Para resolver el crimen se reune con el líder espiritual de la comunidad jasídica, el “Rebbe”, y su hijo, Ariel, y les plantea su plan: instalarse dentro de la comunidad y vivir como un miembro mas hasta descubrir al asesino.
Si analizamos los componentes del guión de la película por separado, seguramente no nos inspiren demasiada confianza en el producto final, sin embargo el guión de Robert Avrech y la siempre eficaz dirección de Sidney Lumet consiguen que una película que podría haber sido otro irritante estereotipo sobre la cultura judía ortodoxa, acabe conviertiéndose en un retrato profundo y creible, lleno de comprensión y ternura, que permite al público conocer y familiarizarse con prácticas y costumbres judías que van desde la teología a la historia o la tradición y la ética, y lo hace gracias a unos diálogos fluidos e inteligentes y unos personajes poco convencionales pero muy cercanos, que deben luchar diaramente con sus contradicciones.
Si bien no faltan los ingredientes de misterio y romance, impuestos por los estudios, la mayor parte de la película se centra en la vida, filosofía, costumbres y valores de la comunidad jasidíca. Destaca especialmente la escena de la celebración del shabat, la importancia del estudio de la Torá y la vida comunitaria, así como la solidaridad entre los miembros de la comunidad. La hija del rabino es la encargada de guiar y explicar las costumbres a la detective para que pueda integrarse y pasar desapercibida mientras investiga el crimen.
Durante todo el film se confrontan los dos mundos, el violento de las calles de Nueva York, fotografíado con dureza y en tonos frios, con el mundo piadoso y pacífico de la comunidad jasídica fotografiado en tonos cálidos. Esta confrontación también se traslada al personaje de la detective interpretada por Melanie Griffith, que experimentará una profunda transformación física y espiritual a lo largo de su estadía en el seno de la comunidad.
La colaboración entre Lumet y Avrech en la realización del film fue muy estrecha, discutieron todos y cada uno de los aspectos del guión, la dirección de arte, el vestuario, el casting y las localizaciones. Lumet siempre resaltaba que un guión debía necesariamente tener una gran parte de realismo, para que el público pueda identificarse con la historia. En este caso cabe además destacar que también dio pie a largas discusiones teológicas, Lumet era judío secular y liberal, hijo de un emigrante polaco actor del Yiddish Art Theater de Nueva York, donde el propio Lumet inició su carrera y Avrech, judío ortodoxo.
Sidney Lumet (1924-2011) fue uno de los mas importantes directores estadounidenses. Nominado varias veces al Oscar y muchos otros premios a lo largo de su intensa y prolífica carrera, fue un director audaz. Sin embargo sus trabajos estan impregnados de un maravilloso clasicismo. Gracias a su experiencia en el manejo de actores sobre el escenario, el joven Lumet consigue en 1951 un puesto en la CBS donde adquirió una valiosa experiencia en rodajes televisivos, de modo que se le considera como uno de los cineastas de la llamada “generación de la televisión”. Debuta en el cine en 1957 con 12 hombres sin piedad. La filmografía de Lumet es amplísima, más de 40 títulos. Como él mismo explica en su imprescindible libro Así se hacen las películas, a veces para hacer una película sólo le bastaba un motivo: que no podía estarse quieto, debía hacer cine, aunque un proyecto no le convenciera al cien por cien.
En su filmografía destaca un claro interés por contar historias humanas, casi siempre urbanas, con personajes bien definidos que deben enfrentarse a importantes dilemas morales, a veces de modo desgarrador, con violencia psicológica y muchas veces física. Por supuesto, destacan en su cine las películas que miran al sistema legal, policial y judicial, con afán de justicia y denunciando la corrupción existente. Son grandes títulos, La ofensa (1972), Sérpico (1973), Tarde de perros (1975), El príncipe de la ciudad (1981), Veredicto final (1982), Un lugar en ninguna parte (1988), La noche cae sobre Manhattan (1997) o Declaradme culpable (2006).