VIDAS – Ami Barr es el último. De las 38 familias judías que se establecieron en Orocué, en los Llanos Orientales, ya no queda nadie que practique el judaísmo. En el pasado un rabino llegaba en vapor al pueblo desde Curaçao -los judíos de Orocué estaban en contacto por telégrado con las kehilot de Caracas y Bogotá– para atender las necesidades de esta comunidad inmersa en un mundo propio de un realismo mágico habitado por espíritus. Una comunidad que seguirá viva gracias al testimonio del último judío de Orocué.
En la imagen, la casa del abuelo de Ami Barr, en Orocué, patrimonio histórico y cultural de la Nación por ser cuna de la obra literaria “La Vorágine”.