“Una temporada en el Danubio. Paul Celan en Viena 1947-1948”, con su autor José Aníbal Campos
SEFER: DE LIBROS Y AUTORES – La verdad biográfica y literaria de Celan es lo que nos muestra José Anibal Campos en este nuevo libro que reúne una serie de documentos, textos y artículos de nuestro colaborador sobre la relevante estancia -entre diciembre de 1947 y junio de 1948- de Paul Celan en Viena, un tema bastante poco tratado en los estudios celanianos y del que Campos ofrecerá una visión más amplia en su próxima obra “Memoriosa encrucijada. La Viena de Paul Celan” (1947.1948)”.
Asegura Campos: “la lectura de las fuentes de la época, en análisis comparativo con las cartas que escribió por entonces o posteriormente, refiriéndose a esa estancia vienesa, dejan entrever un aspecto muy poco divulgado: el de un poeta que -lejos de ser el individuo sufrido que se nos ha presentado y descrito hasta el cansancio (a veces de forma muy fantasiosa)-sabía calcular estratégicamente de forma conveniente a su proyección pública. El “surrealismo” celaniano, si bien tiene sus raíces en un entusiasmo juvenil por ese movimiento de las vanguardias clásicas, parece ser una especie de carta de presentación. Algo que se convertiría para él en una fatalidad, en un lastre. Porque precisamente la recepción alemana de los 50 intentaría desviar la atención de la historicidad de su poesía, la encarnación viva del horror -“Celan como judío que a escapado por los pelos del Holocausto”- a través del lenguaje poético, aludiendo a un surrealismo estetizante.
Razones estéticas y conceptuales fueron sin duda las causas principales para que Celan se desdijese muy pronto de ese “surrealismo” utilitario. Pero en todo ello se entremezclan también ciertos motivos personales: no fue Ingeborg Bachmann, como se piensa muchas veces, la primera artista y escritora que se convirtió en destinataria de sus cartas en Viena, cuando Celan ya estaba en París: fue una mujer 13 años mayor que él, Erica Lillegg-Jené, la esposa de quien fuera uno de sus primeros colaboradores y mentores en suelo alemán, a quien dedicó un ensayo cargado de entusiasmo: “Edgar Jené o El sueño del sueño”. Son cartas de tono subido que desvelan también a un Celan bastante distinto del de esa imagen martirológica que nos han embutido”.